sábado, 12 de julio de 2008

El mañanero suyo.

Me di cuenta entre sueños que tu me estabas cachondeando un pezón. Luego cogías con tu mano lo más que podías de mi chiche derecha. Yo estaba dándote la espalda y paré el culo.
Comenzaste a empujarme con tu cadera. Entreabrí los ojos y vi tu cabello desordenado y tus párpados de gato perezoso.

Sin decir palabra, me abriste las piernas con tus rodillas y te encimaste, vacilando un poco en entrar, y tal vez un poco torpe para encontrar mi hueco.

Me penetraste y dejaste caer tu peso sobre mi. No podía respirar bien pero no quise decirte que te quitaras para no romper tu concentración.

Sentí tu piel tan suavecita que olvidé que tenías granitos en la espalda. Trataba de alcanzar tus nalgas, pero tus movimientos y tu peso no me lo permitían.

Comenzaste a moverte más rápido mientras me pellizcabas los pezones y de repente sentí esos segundos de extrema dureza que indican que vas a llegar.

Moví mis caderas hacia los lados y hacia arriba tratando de ayudarte a alcanzar tu orgasmo, llegaste y vi tu cabello hacia la cara, revuelto, te di unos besos y volviste a dormir antes de ir al trabajo.

Volviste a tomar la posición de sillita y nos quedamos queditos, esperando que la mañana terminara de llegar.

viernes, 11 de julio de 2008

El mañanero mío

Quedé de darte una buena mamada, pero por la noche me puse a jugar en la red y te dormiste antes que yo.
Sólo decías: "María, vente a dormir".

Me fui a acostar a tu lado y le di un besito a tu glande, entonces vi que no despertabas y me acurruqué en tus brazotes.

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Amaneció. Me paré a revisar si había bajado completo el disco que quería y por el cual dejé la compu toda la noche prendida. Fui al baño, y medio adormilada, hice a un lado el pabellón para volver a acostarme.
Jalé la cobija y te destapé. Ahí estaba.
Ese pene tan carnoso, rico... lo quise sentir en mi boca y le comencé a dar besos en el glande mientras el reloj del noticiero marcaba 6:12 a.m.
Le di una y otra chupada a la cabeza hasta que me di cuenta que no ibas a despertarte, y que ni siquiera hacías mueca alguna de sentir el placer.
Me coloqué de nuevo a tu lado y me tapé, dándote la espalda.

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Entonces reaccionaste, sin cambiar tu posición, simplemente diciendo "no que me ibas a dar una supermamada" y yo te dije "si ya hasta amaneció".
-¿y qué? ¿ya no me la vas a dar?
-Ni siquiera te moviste, sáquese...

No respondiste, sólo jalaste mi cabeza hacia tu verga y la colocaste en mis labios. Comencé a chuparla de nuevo, succionando, jalando, tocándola con la lengua, sacándola y metiéndola de la boca, tratando de apretar lo más que podía, entonces ví que tus piernas se contraían e imaginé tus nalgas apretándose para empujar más tu pubis.
Acaricié tus testículos y comencé a mamarla más rápido... entonces te jalé y te dije que me la metieras... alcé mis piernas abrazando tu cintura con ellas y acaricié tu espalda...

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Algo sucedió que estabas demasiado duro pero no querías - o no podías - llegar. Yo tuve dos orgamos y cuando te dije que si ibas a llegar, me dijiste "yo así estoy bien, chiquita".

Me acurruqué de nuevo un poco frustrada porque sólo yo gocé, pero mi vagina estaba satisfecha y dejó de tener espasmos.

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Después te preparé algo de comer para tu trabajo y nos despedimos como siempre, con un besito de pico.
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Te quiero, pitudo. Y también a tu pene.