sábado, 31 de mayo de 2008

Me rasuré el chocho

Por el calor comencé a tener mucho flujo. No tiene mal olor, simplemente baja un líquido blanquito... total, que de lo mojado de mis vellos, se me comenzó a irritar el pubis y decidí rasurarme.

Tomé primero las tijeras, después me puse más jabón cremosito. Tenía tanto miedo de pasar el filoso rastrillo por mis genitales que hasta me daba gusto y emoción. Es una sensación combinada y posiblemente contradictoria de sensaciones.

Ahora cargo el chocho como vil lolita. Al ras.

Me erotiza pensar que ando pelona de ahí y me dan ganas de enseñarlo... pero me aguanto hasta que venga mi hombre y la irritación se me pase.

Hasta me dan ganas de tomarle fotos...

martes, 27 de mayo de 2008

Se me está olvidando

Esa historia en el hospital me cuesta un poco recordarla ahora... ya casi pasó un mes.

Salí el día 29 de abril para decirle a mi hermana: "feliz cumpleaños, vieja bruja"

Ahora estoy bien. A medida que tenga tiempo completaré mis vivencias en el psiquiátrico, por lo pronto, estoy tomando el medicamento que me dio el psiquiatra.

La más maravillosa cosa que me ha sucedido: la sertralina. Me despierto, me tomo la mitad del medicamento, se me quita el sueño, no tengo ideas suicidas, se me quita la angustia... hasta tengo energía para hacer mis trabajos.

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Me quedé aproximadamente 15 días sin dinero porque los clientes se alejaron... pero ahora ya regresaron y el medicamento lo puedo comprar sin problema alguno.

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Me siento bien.

viernes, 9 de mayo de 2008

Desperté el sábado.

Ya antes había sufrido de baja presión. Y la depresión también, pero no creí que fuera tan grave mi caso.

Recuerdo que tenía 17 cuando comencé a dormir a las 6 de la tarde y despertaba el siguiente día a la 1 p.m. Eso era un signo??
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Era sábado. Abrí los ojos. Vi que estaba amarrada con una sábana en la cintura y no podía mantener los ojos abiertos.

Vi el techo. Vi unas lámparas, vi unas camas vacías. Ví árboles a través de las ventanas. Vi mi batita azul de hospital.

Comencé a desatarme. Me asomé al suelo y vi mis chanclitas negras. Bajé un pie. Mis ojos no me ayudaban. Me sentía mareada. Bajé el otro pie y al intentar bajarme de esas camas de hospital tan altas, me caí sobre la rodilla izquierda. Fue tanto el dolor que me quedé semi hincada un rato y después me apoyé en la orilla del colchón para subirme de nuevo a la cama.
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Cuando logré despertarme un poco más, caminé lento y agarrándome de la pared. Vi que estaba una puerta grande, cerrada con llave y una mujer cuidando la puerta. Había una televisión apagada y unas bancas de cemento pegadas a la pared. Me senté ahí y traté de recordar algo. Pero nada pasó por mi cabeza.

miércoles, 7 de mayo de 2008

Estuve en el psiquiátrico.

Fue jueves, por la noche, cuando me desesperé y dije que no podía más. Busqué entre mi desordenado cajón una caja de rivotril en gotas que tenía desde hace años.

Pensé que si era el momento adecuado. Algo me decía (no eran voces, era yo misma) que si lo iba a hacer después, porqué no apurarme.

Abrí el botecito y lo volteé para vaciarlo en el vaso. Era tan lento el caer de cada gota que me desesperé aún más y lo abrí totalmente para vaciarlo en un vaso con muy poca agua.

Le hablé a mamá y le dije que la quería. Le dije a All que no era por él, sino por mi, que no era por él, sino por mi, que no era por él sino por mi...

Entonces concluí la llamada y me tomé de un trago la medicina. No era amarga, pero tampoco agradable. Lo más feo del rivotril es el olor. Comencé a llorar más y pensé que ya era tiempo de descansar, que dormir sin despertar era lo que me ayudaría a no sentir más angustia, ni celos, ni cosa alguna de esas que ya no me dejaba vivir bien.