sábado, 29 de marzo de 2008

Mi viejo diario.


Esa pieza de papel encuadernado que encontré de oferta en una papelería.
De esas ofertas donde la oferta no es tal, sino sólo deshacerse de lo sucio, medio roto o manchado.
Ahí estaba.
Amarillento, maltratado, llamándome.

En realidad no era un diario, sino un cuaderno gordo para listas de contabilidad. Mas qué importaba. No tenía compañero y este podría ser mi confidente y cloaca donde vomitara todas mis asquerosidades.

Había fotos reveladas de cargas negativas, dibujos con tinta schiffer y acuarelas, frases que ya no recuerdo pero que se dedicaban a hombres que no existían.

En las eternas soledades de una mujer sin amor.

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