viernes, 9 de mayo de 2008

Desperté el sábado.

Ya antes había sufrido de baja presión. Y la depresión también, pero no creí que fuera tan grave mi caso.

Recuerdo que tenía 17 cuando comencé a dormir a las 6 de la tarde y despertaba el siguiente día a la 1 p.m. Eso era un signo??
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Era sábado. Abrí los ojos. Vi que estaba amarrada con una sábana en la cintura y no podía mantener los ojos abiertos.

Vi el techo. Vi unas lámparas, vi unas camas vacías. Ví árboles a través de las ventanas. Vi mi batita azul de hospital.

Comencé a desatarme. Me asomé al suelo y vi mis chanclitas negras. Bajé un pie. Mis ojos no me ayudaban. Me sentía mareada. Bajé el otro pie y al intentar bajarme de esas camas de hospital tan altas, me caí sobre la rodilla izquierda. Fue tanto el dolor que me quedé semi hincada un rato y después me apoyé en la orilla del colchón para subirme de nuevo a la cama.
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Cuando logré despertarme un poco más, caminé lento y agarrándome de la pared. Vi que estaba una puerta grande, cerrada con llave y una mujer cuidando la puerta. Había una televisión apagada y unas bancas de cemento pegadas a la pared. Me senté ahí y traté de recordar algo. Pero nada pasó por mi cabeza.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

HE ESTADO ESPERANDO SABER DE TI, CUANDO REGRESARAS? QUE ES DE TI? ES ESTE EL FIN?

REGRESA, Y ESPERO TE RECUPERES PRONTO...


jmgracia

Pabloshka dijo...

Es un relato perturbador.

Y siempre una tele.

Vivimos atrapados por las teles. Teles y mas teles...

Espero te recuperes y salgas de ese lugar